Como jurista y sin entrar en aspectos políticos, ¿qué le parece la sentencia del 1-O?
No es lo mismo una sentencia dictada por una persona que una sentencia colegiada. Y, además, por unanimidad, como en este caso. Por otro lado, recordar que mi voto fue decisivo en su momento para nombrar a Manuel Marchena como magistrado del Tribunal Supremo, porque era el mejor candidato. Dicho esto y, dentro de los hechos probados en el tribunal, a un jurista avezado le costaría más tiempo y más elaboración doctrinal la rebelión que la sedición. La sedición es de cajón, tal como está definida en el Código Penal. La rebelión requeriría una construcción jurídicamente más sofisticada.
¿Cree que hubo rebelión?
Yo creo que sí cabía la condena por rebelión. La resolución del tribunal alemán de Schleswig-Holstein decía que hubo violencia y que era imputable a Carles Puigdemont. Sin embargo, esa violencia no era suficiente para poner en riesgo el orden constitucional. Pero es que, si hubiera sido suficiente, ¡el que se la jugaría por rebelión con las nuevas autoridades sería el juez!
La sedición es de cajón, tal como está definida en el Código Penal. La rebelión requeriría una construcción jurídicamente más sofisticada.
¿El problema está en el objetivo?
Claro. Hay un segundo punto a tener en cuenta y es ese, el de cuál era el objetivo. En la sedición, el objetivo puede ser evitar la aplicación de las leyes, la de la Constitución, la actuación de las autoridades judiciales. No es necesario precisar más el objetivo. En cambio, en este caso, lo que hay que ver es para qué hacían todo esto. Y ahí la sentencia dice que, en vez de ejercer el derecho a la autodeterminación, estaban ejerciendo el derecho de presión. Hay una teoría jurídica que entiende que hay dos maneras de ejercer la violencia. Una es el ejercicio directo de la misma. Pero violencia es también provocar a que la otra parte actúe violentamente con el fin de desprestigiarla y hacer que actúe un tercero. Como alguien ha dicho, de farol también se gana. Por mucho que no tuvieran nada preparado, si el Estado, en ese momento, reconoce la independencia, hubieran ganado de farol. Y Cataluña hubiera sido un Estado fallido desde el primer día porque no había nada de nada.