La imagen de la semana y, quizás, del año, en Cataluña, ha sido la de un grupo de jóvenes universitarios de la Universidad Pompeu Fabra enfrentándose a un grupo de encapuchados que, amparados por el poder establecido, pretendían impedirles la entrada en clase.
Los jóvenes estudiantes, la mayoría pertenecientes a la asociación S»ha Acabat, son mucho más que un ejemplo, son la esperanza de que en Cataluña no todo está perdido.
Los que les impedían la entrada en clase son el fruto de aquellos que gobernando han dado un hachazo a las cuentas de las universidades públicas catalanas que han perdido 1.023 millones de financiación entre 2010 y 2017.
Los que con su gobernanza empeoraron la universidad catalana y la dejaron sin recursos, hicieron que la calidad de la educación fuera a la baja y capitidisminuyeron los recursos destinados a investigación mientras, según sentencia judicial, se llevan el 3% y más, son los mismos que lanzan a jóvenes encapuchados contra el resto de los estudiantes.
Es triste y da miedo ver a encapuchados apropiarse de los campus universitarios pero igual de triste es ver como las principales víctimas de los recortes universitarios se convierten en esbirros de aquellos que han puesto en jaque su futuro, que en el caso de Cataluña no son otros que los políticos independentistas, dado que la Generalitat tiene competencias plenas en materia universitaria.
Es sabido que el mantra nacionalista dice que la falta de recursos para la sanidad o la educación en Cataluña es culpa de una España manirrota, que le quita el dinero a los hacendosos catalanes para regalárselo o los ociosos andaluces. Quizás ver la de miles de horas de trabajo que se están perdiendo estos días en Cataluña por parte de los que cortan carreteras y vías de tren y las horas que se ven forzados a perder sus víctimas cambie esta percepción pero, amigo lector, no se haga grandes ilusiones.
Los jóvenes estudiantes, la mayoría pertenecientes a la asociación S»ha Acabat, son mucho más que un ejemplo, son la esperanza de que en Cataluña no todo está perdido.
Los datos desmienten el argumentario seaparatista. El abandono de las universidades públicas catalanas, que tiene, entre otras consecuencias, la generación de estudiantes violentos y encapuchados es una decisión política.
La mitad del empleo público creado en España en 2018 lo fue en Cataluña pero las universidades no se beneficiaron de ese gasto. Cataluña gano en 2018 un total de 6.7500 trabajadores públicos, la siguiente comunidad autónoma creadora de trabajo público fue la valenciana que creció menos de la mitad que Cataluña en nómina de funcionarios. Es una decisión de crear empleos públicos en la Generalitat o ayuntamientos y no en las universidades se tomo en Barcelona no en Madrid.
El salario medio de un trabajador de Tv3 es de 49.200 anuales mientras, según denunciaron los sindicatos la mayoría de los profesores asociados de la Universidad de Barcelona no alcanzan los 500 mensuales de salario. Es también una decisión política tomada en Barcelona, de la mano de dirigentes separatistas, mimar a Tv3 y abandonar a la universidad.
Es también una decisión política tomada en Barcelona financiar escuelas infantiles en Francia, un país con un PIB y riqueza, infinitamente superior al nuestro para que esas escuelas enseñen catalán e infrafinanciar a las universidades catalanas. Pagar clases a franceses y abandonar a jóvenes catalanes es, además de estúpido, irresponsable.
Los encapuchados no son proyectos de ciudadanos de futuro, son fascistas de hoy de tomo y lomo, el resultado de pagar 50.000 euros de salario en una máquina de generar odio como es Tv3 y diez veces menos a los trabajadores de una máquina de generar conocimiento como debería ser una universidad. No debe sorprendernos: los encapuchados son una consecuencia lógica de las políticas de CiU, el Tripartito y el gobierno de coalición de Junts, ERC y la CUP, quizás es el resultado deseado.
Los jóvenes encapuchados, si hubieran aprendido a tener espíritu crítica, capacidad de razonamiento, acceso a información plural y libre y una enseñanza de calidad, sabrían que si se quieren manifestar deben hacerle frente al edificio responsable de su deficiente formación: el Palau de la Generalitat habitada por fanáticos separatistas, como ellos mismos, y que deben hacerlo con la cara destapada. España no les ha robado nada han sido Pujol y sus sucesores.